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La mentira también tiene un precio

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El periodismo es la viva imagen de la rivalidad entre compañeros. No solo entre medios del mismo soporte sino entre todos los medios, por lo que cualquiera que quiera augurarse un poco de prestigio en el panorama mediático luchará por conseguir la mejor noticia, y si la consigue, retratarla de la mejor manera posible para incitar al público a su consumo. En el caso de Stephen Glass no sería distinto, ni por parte de The New Republic ni por parte de Forbes.Imagen

Si Stephen Glass estaba consiguiendo para la revista The New Republic unos artículos que le aseguraban una buena audiencia, Forbes, el medio digital nativo en Estados Unidos, no podía pretender menos.  Adam Penenberg, redactor de Forbes, empezó a sospechar que el artículo de Glass sobre un joven hacker que era contratado por una gran compañía de seguridad informática resultaba un tanto exagerado. Las apreciaciones de Glass sobre ese artículo evidenciaban que él mismo había estado presente en las reuniones entre los ejecutivos de la compañía y el chico. A priori podría parecer fácil desenmascarar las mentiras de un periodista, pero cuando lo ha hecho repetidas veces como en el caso de Stephen Glass, se volvía difícil no creer que fuese otro de los artículos estrella que le estaban aportando tanta fama al periodista.

Según el artículo que publicó Penenberg en Forbes el día 5 de noviembre de 1998 –en el que se descubrió la mentira del hacker– sus sospechas empezaron a llegar cuando, por las curiosidades del texto, intentó acceder a la página web de la “gran compañía” que había contratado al joven hacker, Jukt Micronics, y su contenido era bastante mediocre para ser de una empresa de informática. Incluso Penenberg iba comprobando que la mayoría de datos del artículo no se asemejaban a la realidad.

En el artículo para Forbes, el periodista relató cómo intentó acceder a la empresa Just Mikronics por diferentes sendas y ninguna le llevaba a ella: ni estaba inscrita en ningún registro, ni se encontraba en los buscadores web, ni había pagado ningún impuesto como empresa. Ni siquiera las más altas esferas estadounidenses, que se supone tienen constancia de todos los movimientos empresariales del país habían oído hablar de la compañía ni de sus funciones. Estos datos, sumados a otros más directamente relacionados con las fuentes y el artículo, como teléfonos, sedes, etc., llevaron a corroborar al investigador de Forbes que el artículo era falso en su totalidad.

El buen criterio periodístico de Penenberg, en este caso, consiguió desenmascarar a un periodista que, a pesar de haber mentido en numerosas ocasiones, nunca había sido descubierto y que además se ganaba diariamente el prestigio de sus compañeros y de la sociedad por su buena labor profesional. De hecho, es curioso que de todos los artículos escritos por Glass, que fueron numerosos, nadie se diese cuenta de las mentiras hasta el famoso “Hack Heaven”. La competitividad y el afán de superación que tenía en ese momento Forbes llevaron a que sus redactores se emplearan aún más en “desacreditar” a otros medios, sobre todo por demostrar que el periodismo digital no envidiaba en nada al periodismo tradicional en cuanto a veracidad y rigor.

En cuanto a conclusiones de este caso se podría llegar a varias:

–          El periodismo es una profesión que llega al destinatario final, al público, que es el conjunto de la sociedad, por lo que la mentira en cualquier tema acaba descubriéndose tarde o temprano por unos u otros medios y actualmente de manera mucho más sencilla porque existe más feedback entre el medio y el público
–          La labor principal del periodista es informar al público de lo que sucede a su alrededor, y si el hecho que se cuenta es falso, no tiene ningún sentido su difusión
–          El prestigio que quiera conseguir el periodista en la realización de su trabajo, en este caso Glass, no debería estar en absoluto reñido con la profesionalidad. El único buen periodista es el que no miente, puesto que la mentira enturbia la profesión periodística que tiene como fin informar al pueblo de hechos veraces
–          Inventar noticias para conseguir credibilidad no deja de ser una paradoja, puesto que es totalmente imposible que al periodista que miente se le acabe tomando en serio en cualquier otro medio de comunicación, y mucho menos en la sociedad
–          El trabajo que realizó Glass para “ocultar” que la información era falsa, probablemente le llevaría más trabajo que realizar un buen artículo desde el principio. La falta de escrúpulos del periodista, en este caso, evidencia un menosprecio a la labor del informador que cada día trabaja duro para ser la voz de la gente y que realmente cuenta las cosas con objetividad y basándose en la realidad de los acontecimientos

Los medios de comunicación han cambiado mucho desde que ocurrió este caso en 1998 hasta la actualidad. Quizá el desconocimiento de los medios digitales era lo que en su día llevaba a pensar en la falta de rigor o verificación, pero realmente se ha demostrado que el soporte en el que esté escrita la noticia no tiene por qué alterarla si el profesional la analiza correctamente. A pesar de que hay medios digitales que realizan un buen trabajo, como podrían ser en España eldiario.es o el Huffington Post, aún quedan medios reticentes a dar a las nuevas tecnologías un voto de confianza. Un ejemplo es que el diario El País esperase a su edición impresa para difundir ‘Los papeles de Bárcenas’ en el escándalo del Gobierno de España, cuando podría haberlo hecho perfectamente en su edición online en el mismo momento en que los descubrió. Normalmente se ha pensado que los medios tradicionales están más comprometidos con la buena información tal vez por el hecho de que son con los que más dinero se gana, o se ganaba hasta hace poco. Pero el paso del tiempo y el avance cada día más rápido de las nuevas tecnologías aplicadas al periodismo cambiará la opinión de los indecisos y demostrará, tal como escribió Adam Penenberg en su artículo aquel 5 de noviembre del 98, que “no es el medio; es el escritor”.


Jugando con fuego

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   “El periodismo es el arte de captar el comportamiento”. Esta frase revela el tipo de periodismo que desarrollaba Stephen Glass, escritor de la revista The New Republic. Profundizando en el concepto no podemos conformarnos con esa definición de periodismo. Éste no sólo trata de captar ese comportamiento de todo aquello que ocurre en nuestro alrededor, sino que también se basa en la búsqueda y documentación de la verdad, aquella que nuestros ojos no pueden captar. El precio de la verdad es una película basada en hechos reales donde se muestra de forma escenificada y con una gran plantilla de actores, el caso de Stephen Glass en los EEUU.

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     En esta película se refleja el día a día de un periodista que trabaja en una redacción de una revista pero que sin embargo, no desenvuelve la profesión con los principios básicos que ésta posee. El tema más destacado y más significativo es la ocultación de mentiras y la publicación de datos e historias totalmente falsas para conseguir un mayor puesto de trabajo o incluso mayor popularidad. Stephen publicaba los artículos más graciosos e impactantes de la revista, ganándose a sus compañeros y dando imagen de un buen trabajo a su director y jefe. Sin embargo, el periodismo no funciona así. La esencia de la profesión es la verdad. El lector debe confiar en tus palabras, en que ellas están absolutamente contrastadas y documentadas para que la noticia sea creíble. Por desgracia, muchos periodistas tienen un gran poder de convicción y de autenticidad, incluso siendo sus historias totalmente falsas. Esto ocasiona que no se ponga en duda su trabajo y tanto el lector como los propietarios de su medio de comunicación confíen en cada línea y en cada palabra de sus textos.

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     Este acontecimiento público en los años 90 supuso un importante adelanto en los medios digitales, ya que éstos no se consideraban esenciales ni primordiales en el mundo de la comunicación. La edición digital de la revista Forbes, y más concretamente un periodista de aquella redacción conocido como Adam Pennenbeg, descubrió el falso artículo e investigó junto con Chuck Lane hasta lograr el despido de Stephen. Aun dando por verdadera una historia, se debe contrastar y verificar cada dato, así sean fechas, nombres de fuentes, lugares, números de teléfono, etc. Estamos acostumbrados a escuchar que el periodismo que se presenta en la red es de mala calidad, no debe ser fiable, o no está confrontado. Sin embargo, este hecho provocó un gran avance en el medio digital, ya que una revista web de tan pocas dimensiones y de tan poca experiencia, logró sacar a la luz una serie de mentiras y desbancar a todo un ejemplo de periodista. Adam Pennenberg, de ser un periodista oculto, pasó a ser todo un héroe en el ámbito periodístico y su trabajo fue muy reconocido y valorado. Su trabajo constante dio sus frutos pero no dejó de luchar en ningún segundo ya que confiaba en él y en su capacidad y práctica con el ordenador. Su compañera de trabajo lo resumió con estas palabras: “Una revista online persiguiendo a un gigante”.

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Cualquier periodista, o concretamente haciendo alusión a la película, especializado en el sector de la política es influenciado por las ideas y pensamientos de los gobiernos. En este caso, “The New Republic” era leída por personajes de alto poder político relacionados con la Casa Blanca por lo que las noticias eran medidas estrictamente para establecer una fidelidad a personas con tanta reputación.

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      “Siempre dices que no debemos suponer”. Esta simple cita protagonizada por Stephen a su director Chuck Lane, plasma claramente el pensamiento que debe adquirir un periodista a la hora de realizar su trabajo. No basta con suposiciones, no sobra con suponer algo acerca de un tema, sino que esa duda debe quedar diluida gracias a la búsqueda de datos y a un buen periodismo de investigación.

     Este caso tiene una clara semejanza al famoso artículo de Janet Cooke, “El mundo de Jimmy”. Esta historia narraba la vida de un niño cocainómano de tan sólo 8 años el cual no podía vivir sin consumir cualquier tipo de droga. Janet fue descubierta y reconoció haber inventado todos y cada uno de los datos de aquel artículo. En ambos casos, estas mentiras fueron achacadas por los propios protagonistas,  al gran estrés y a la gran presión ejercida por las respectivas redacciones.  Pretendían conseguir puestos más altos en sus carreras profesionales pero de la manera más equivocada. En el caso de Janet Cooke, tuvo que presentar su dimisión tras este escándalo y devolver el premio Pulizter, con el cual había sido galardonada. Por la parte de Stephen Glass, el descubrimiento de los falsos artículos provocó que fuera despedido de “The New Republic”, comenzando así la carrera de derecho y siendo actualmente asistente legal. 

 final


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