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Stephen Glass quiso llegar a la meta sin haber recorrido el suficiente camino. El uso de fuentes, datos y material inventado fue la tónica habitual en el desarrollo de la actividad profesional de este periodista norteamericano en uno de los diarios más importantes de EEUU, «The New Republic» (TNR). Glass desafió uno de los principios básicos de la profesión, el de la veracidad, lo que le convirtió en uno de los grandes farsantes de la comunicación. Su itinerario periodístico se saldó con 27 reportajes inventados, total o parcialmente, de los 41 que escribió. Su imaginación y su descaro no tenían límites, eso está claro. De hecho, una vez retirado de la profesión y ya reconvertido en abogado, tuvo la osadía de escribir una novela titulada «El Fabulador», en la que narraba su andadura en el mundo del periodismo. Parece que, con los años, el letrado Glass decidió ser fiel a la realidad, asumirla y hacerla pública.
Adam L. Penenberg fue el azote de Glass. Este hombre, que trabajaba en aquel momento para la edición online de Forbes, fue el culpable del declive de Glass. El redactor investigó durante un tiempo la existencia de las fuentes, los datos y los hechos que se describían en el reportaje titulado «El cielo de los hackers», firmado por Glass. La sorpresa fue cuando ninguno de los datos que contenía el artículo eran verídicos. Los protagonistas de la historia no existían, las reuniones que se narraban nunca se celebraron y ni siquiera la empresa en la que se centraba el relato era real. Toda una farsa que Penenberg descubrió a medida que continuaba haciendo indagaciones. Con su labor, este reportero digital imprimió un gran giro a la prensa estadounidense y borró del ideario común la concepción de que un medio impreso posee más veracidad que uno online. A partir de aquel momento, los periódicos digitales y sobretodo a aquellos que se ocupaban de ellos, adquirieron más respeto y confianza en el mundo de la comunicación. Esta vez el pez pequeño se comió al grande, pues no hay que olvidar que la publicación centenaria TNR es una de las más respetadas en EEUU y se encuentra entre las más leídas por la clase política de esta nación. Esto explica que, tras el descubrimiento de Penenberg TNR despidiese de inmediato a Glass y que toda la plantilla firmase un escrito disculpándose ante los lectores por la actitud y la falta de ética profesional de su ya excompañero.
En la actualidad, la calidad de los medios online se ha equiparado a la de la prensa escrita. De hecho, muchos vaticinan que el futuro de la comunicación reside en lo digital. A pesar de ello, hay que reconocer a la hora de informarse a través de internet hay dos formas de hacerlo, entre las que hay una marcada diferencia. Por un lado, hay lectores que acuden a medios que usan la web para llegar a los usuarios pero cuyos redactores se toman su tiempo en conocer, redactar y verificar los datos de sus crónicas y reportajes. Por otro, se encuentran muchos sitios web que se dedican a recoger informaciones de última hora sin valorar el estilo del texto ni su veracidad ya que, en la mayoría de ocasiones, lo que prima en el mundo online es la celeridad en la transmisión de informaciones. Esta hecho provoca que en muchas ocasiones los medios se vean obligados a llevar a cabo rectificaciones. Aunque también hay que admitir que en muchas otras están en lo cierto y los lectores pueden estar informados minuto a minuto de los acontecimientos más importantes. Ventajas e inconvenientes del fascinante mundo de la red.
El caso Glass, uno de los más fraudes periodísticos más importantes de todos los tiempos, lleva a la conclusión de que en algunos ámbitos del periodismo el éxito y el triunfo personal son los objetivos primordiales para un profesional. Algo erróneo a la par que indecente, pues ningún periodista debe olvidar nunca que simplemente es una herramienta que cumple una función en la sociedad: informar a la población de los acontecimientos, de la forma más objetiva posible, siendo siempre fieles a la verdad. De hecho, los códigos deontológicos e incluso en la Ley no castiga a un redactor por difundir información falsa, siempre y cuando éste pueda demostrar que ha desarrollado su labor buscando la verdad, aunque finalmente se haya equivocado. La equivocación no está penada pues errar es humano. La falta de profesionalidad y ética, sí.
Otro de los valores que ensalza esta historia es el compañerismo que debe existir entre los trabajadores. Un compañerismo que en la competición por ser el primero y tener la primicia que marca el día a día en el mundo de la comunicación, a veces, brilla por su ausencia. Por supuesto, la necesidad de ser honesto en todo lo que se haga es uno de los mensajes más claros que nos transmite esta historia. Los hechos que los periodistas narran deben estar basados en datos y acontecimientos reales, que además tienen que haber sido comprobados por los profesionales, de forma muy escrupulosa, antes de salir a la luz pública. Pues no olvidemos que, al fin y al cabo, el cometido de un buen periodista es permitir que los ciudadanos formen su propia opinión de manera libre. Así que, una información errónea, aunque más adelante sea rectificada, siempre es negativa.